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SUPERMAN ACTION CÓMICS Nº 0, LA NOSTÁLGICA ESENCIA DEL SUPERHÉROE

  • Foto del escritor: Casa Svank
    Casa Svank
  • 5 ago
  • 2 Min. de lectura
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Por Jesús Chavarría 

@jchavarria_cine


En el preludio de lo que para bien o para mal marcó una revolución para el universo de DC comics denominada como Los Nuevos 52, el guionista Grant Morrison -Arkhan Asylum- y el ilustrador Ben Oliver -The Autority- entregaron un breve y trascendental adelanto de lo que se preparaba con El Hombre de Acero. Pequeña joya de dicha etapa que además celebraba los 80 años del personaje y a la distancia hoy adquiere relevancia como un tributo y reivindicación de innegable vigencia. 

 

Porque no se trata de un mero reencuentro con el Superman novato que aún no tiene su traje completo y apenas está por asombrar al mundo con hazañas inimaginables que provocarán amor y admiración, al mismo tiempo que sobre sus hombros crece el peso de la soledad resultado de saberse un extraño en el planeta que se afana en proteger, mientras como Clark Kent llega a la también conocida como Ciudad del mañana, y se encamina a encontrar su lugar en el campo profesional periodístico. 


Es cautivador el énfasis en los pequeños detalles que cargan de humanidad lo extraordinario, los cuales desde lo mundano dan forma a lo que de origen representa el concepto del superhéroe, una representación del modelo de estatura física y moral a la que a principios del siglo pasado aspiraba el ser humano, un ejemplo de respeto y sacrificio que con el paso del tiempo se ha enriquecido gracias a diferentes perspectivas, muchas de ellas oscuras y desoladoras, pero a pesar de ello todavía mantiene la esencia superacional que lucia quien fuera el primero de los exponentes del mismo.


Es este sentido narrativo el que, aunado a la calidez de la propuesta visual definida por trazos delgados y un sombreado sutil, mientras la luz pareciera acariciar los escenarios dimensionado las figuras de los personajes con un diseño de pretensiones realistas; materializa la evocación por los clásicos otorgándole una nostálgica profundidad a secuencias que van de la dramática caída del superhéroe tras un ataque de inesperada potencia, a las visiones de sus pies bajo el pantalón de mezclilla arremangado luciendo unas viejas botas de granjero en contacto con las vías del tren al momento de detenerlo -pequeño dejo de subversión en la vestimenta que se contrapone al glamour predominante en ese tipo de cómics-, pasando por viñetas donde le vemos saltar sobre los edificios como en los viejos tiempos, o nos muestran las espaldas del chico que, tras haberle robado la capa, corre hasta guiarnos a una infame situación de violencia doméstica.  


Por cierto, así es como se titula este pasaje, El Chico que robó la capa de Superman, un cariñoso y hábil ejercicio de síntesis que a pesar de no ir más de allá de veintitantas páginas, es sumamente cautivador al abrir la puerta de lo que vendría. En su momento fue publicado en formato grapa por el sello SMASH, se distribuyó de manera gratuita e incluyó un pin up con la variante de la portada en acabados grises. Si, hoy es un objeto de colección. 


 
 
 

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