
Por Jesús Chavarría
@chavarria_cine
Muy pocas veces como en este caso, ha sido tan afortunada la versión juvenil de un personaje clásico. Empezando por que a pesar de sumergirle en una historia que si bien se guarda varias sorpresas -Donald aspira a entrar a estudiar al ultramoderno y recién inaugurado instituto de Pedagogía de Patolandia-, en general obedece a algunos lineamientos de fórmula; no apuestan por sacrificar ninguno de sus rasgos distintivos. De tal modo, aquí su personalidad irascible la utilizan como una forma de otorgarle matices al desarrollo de las disyuntivas que enfrenta, y reforzar la carga de ironía que se combina de forma muy sutil con el encanto de los cuentos infantiles tradicionales. Por si fuera poco, además presenta a un narrador, quien sin tomarse en serio ni a sí mismo, se burla de la estructura de la trama, constantemente se dirige también al protagonista, y establece divertidos juegos con el lector.
Lo mismo sucede con el diseño visual del Donald adolescente, que no sigue el modelo convencionalizado por Disney en sus producciones de los ochentas y noventas, predominante hasta hace algunos años, sino que se permite hacer explotar la expresividad a través de la simpleza en el trazo, muy al estilo del cartoon actual. Esto aunado a la combinación de viñetas sueltas en páginas sin márgenes, de ilustraciones en general a blanco y negro, solo con toques seleccionados de color y fondos bosquejados, en contraste con otras que incluyen secuencias completas tipo cómic, textos de diversos colores, en listados o a veces al aire, y otros más dentro de recuadros o globos de diálogo; la cual ofrece una refrescante e ingeniosa combinación de libro, tira comica e historieta, propuesta visual perpetrada con cierta desfachatez por el artista Jay P. Fosgitt, mejor conocido por sus trabajos para títulos de Marvel y Jim Henson.
En cuanto a la trama escrita por Jimmy Gownley -autor de ¡Reglas de Amelia!-, se presenta como un inusual acercamiento al proceso de madurez y aprendizaje propio de la adolescencia, con pequeñas dosis de drama, mucha aventura escolar, algo de romance, deportes insólitos, estrategias inesperadas e inventos disparatados, en donde con mucha naturalidad van encajando las piezas hasta cerrar de manera entrañable y con un gran chiste, recordándonos la razón por la que tanto queremos a Donald. Y es que aunque desde muy joven las circunstancias a veces parecen estar jugando en su contra, provocando sus arranques explosivos de carácter, él nunca deja de intentarlo y siempre termina por hacer lo correcto. Claro, además está el agregado de la aparición de personajes como el Tío Rico y Ludwing Von Pato, además de presentar la génesis de su dispareja amistad con Mickie, a quien por el contrario todo pareciera salirle bien; con Goofy, quien le resulta sumamente raro; y por supuesto con quien habrá de convertirse en su gran amor, Daisy. Las desventuras de un joven Pato, publicado en México por Editorial Planeta, es un título que cumple con aquello de que “si algo es un buen producto para niños, también lo será para los adultos”.
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