Durante la primaria y a modo de herramienta didáctica para mejorar nuestra comprensión del inglés, aunque sigo sospechando que más bien se trataba de una acción de último minuto cuando la sesión del día no había sido preparada apropiadamente, la maestra -o miss- solía poner hasta el hartazgo canciones populares cuya letra debíamos anotar en nuestro cuaderno, practicando así nuestro listening, writing y todas las demás habilidades propias de la lengua, sea materna o extranjera.
La verdad es que aquella estratagema para que aprendiéramos a comunicarnos en otro idioma con una mínima intervención por parte de la docente en turno no rendía resultados tan miserables como uno hubiera pensado en primer lugar; aquellas amenas sesiones fueron mi primer acercamiento a muchos de los clásicos del rock. Los Beatles, Queen, The Eagles, AC/DC, los Rolling y entre algunos otros, Billy Joel.
De este último y después de haber memorizado Piano Man, la maestra decidió que era indispensable para nuestra formación académica continuar explorando su repertorio. Así, en cuarto de primaria fracasé en el intento de aprenderme la letra de We didn’t start the fire.
Como probablemente ya sepan, la canción enumera personajes, manifestaciones artísticas, sociales, políticas y hechos relevantes del período comprendido entre 1949, año de nacimiento de Billy Joel hasta la fecha de su lanzamiento, 1989, año en el que, por cierto, yo nací.
Siendo de esta manera, ninguno de los tópicos presentes en la letra de la canción me resultó familiar en absoluto y fue con el paso de los años que comprendí cada uno de ellos. La miss estaría orgullosa, supongo.
Entre Eichmann, el nazi arrestado en Argentina y Dylan, el músico trovador de Minnesota, Billy Joel menciona Stranger in a strange land, novela escrita por Robert A. Heinlein y publicada en 1961.
Así como en los casi cinco minutos de canción Billy Joel menciona los acontecimientos y personas que le dieron forma a la segunda mitad del siglo veinte, Heinlein narra radicales cambios en la sociedad de su mundo posible y que tiene un origen clarísimo: la existencia de Valentine Michael Smith, el hombre de Marte.
La sala de control pierde contacto con la misión Endeavor a Marte poco antes del aterrizaje en el planeta rojo, dando por perdida a la nave y la tripulación. Se desconocen las causas del fracaso de la expedición.
Años después, la Champion en una nueva misión de reconocimiento finalmente aterriza en Marte y se encuentra con varias sorpresas. Primero, que el planeta está habitado por formas de vida endémicas y muy diferentes a la humanidad, segundo, que la Endeavor se estrelló debido a los celos provocados por infidelidades entre algunos miembros de la tripulación original y tercero, que no todos a bordo de la nave murieron.
Rescatan con vida a Valentine Michael Smith, fruto de la infidelidad de un par de tripulantes y quien ha sido criado por los marcianos durante los primeros veinte años de su vida.
De vuelta en la Tierra, el gobierno de Estados Unidos mantiene a Valentine Michael Smith resguardado en un hospital, bajo cuidados intensivos y carente de todo contacto con las hembras de nuestra especie ya que nunca ha visto una. Llena de curiosidad, la enfermera Jill Boardman decide entrar al cuarto donde Valentine Michael Smith se adapta a la gravedad terrestre y al compartir un vaso de agua con él se convierte en su hermano de agua; un vínculo de gran poder y significado para los marcianos debido a la gran escasez de agua de su mundo de origen.
Pronto Jill y el hombre de Marte huyen y buscan refugio con Jubal Harshaw, un bon vivant que los recibe en su mansión con el fin de proteger y comprender mejor la naturaleza de Michael Valentine Smith, cuya filosofía marciana, su habilidad para modificar la realidad a su alrededor -desaparecer a sus enemigos y mover cosas con la mente son dos ejemplos claros- y su particular manera de comprender el universo pronto se mezclan con corrientes teológicas humanas, principalmente con las de la Iglesia Fosterita de la Nueva Revelación, proclive a los vicios, la libertad sexual, la poligamia y el abuso de sustancias.
De la mezcla de cosmogonías, corrientes de pensamiento y percepciones humano-marcianas nace la Iglesia de todos los Mundos, liderada por Michael Valentine Smith y que en poco tiempo gana miles de adeptos, pero también poderosos detractores que buscan dar muerte al líder de tan ecléctica fe.
Stranger in a strange land es una novela que, a pesar de haber sido publicada durante el auge de la revolución psicodélica, el verano del amor y los movimientos sociales de amor, paz y libertad sexual, no estuvo exenta de duros críticos e intentos de censura. Incluso, años después de la muerte de Heinlein, su esposa se encargó de reeditar y publicar la versión definitiva, edición que hoy en día resulta común de encontrar. La historia no sólo nos lleva de Marte a la Tierra desde la perspectiva de Michael Valentine Smith, nos enseña los cambios fundamentales que su existencia misma genera en la humanidad a través de conceptos como grok, tan importante para la cultura marciana y que tan difícil es de comprender para los terrícolas. También nos muestra que no hay vínculo más poderoso que ser hermano de agua con otro ser (y que por supuesto para los miembros humanos de la Iglesia de Todos los Mundos posee fuertes connotaciones sexuales) y que en un mundo donde a través del dominio de una lengua alienígena es posible adquirir habilidades meta humanas e incluso derrotar a la muerte, ser un testigo justo es extremadamente difícil.
No es de extrañar que Billy Joel la haya incluido en la canción.
Por Raúl Martínez
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