Por Jazmin T
M, el vampiro de Düseldorf , 1931
En las penumbras de una ciudad, los niños comienzan a desaparecer. En busca del misterioso culpable, la policía investiga de manera radical, provocando que el pueblo, sintiéndose ofendido, decida tomar el caso por su cuenta. Finalmente, encuentran al asesino e intentan matarlo para proteger a sus familias. Sin embargo, la policía interviene, impidiendo el asesinato y llevando el caso a juicio.
"M" es la primera película sonora del director Fritz Lang, perteneciente al expresionismo alemán. En ella, el fuerte contraste entre blancos y negros, así como las sombras pronunciadas de los personajes, logran crear una atmósfera de misterio perfecta para este thriller. Un ejemplo es una de las escenas iniciales, que nos muestra un plano cerrado con un cartel (pegado a un poste) anunciando la búsqueda del asesino, mientras una niña rebota una pelota sobre el poste, hasta que aparece la sombra del asesino, quien inicia una conversación con su víctima.
La trama utiliza un montaje paralelo que muestra las perspectivas de la policía y del pueblo, creando una especie de conversación de preguntas y respuestas, además de evidenciar sus propias iniciativas y conveniencias. Mientras la policía, en su negligencia, investiga sospechando del pueblo y buscando pruebas minuciosas, cinco personas acomodadas deciden liderar la búsqueda con la ayuda del pueblo y de los mendigos. La película ofrece una crítica a la lucha de clases y al poder, ya que, finalmente, quienes logran capturar al criminal son los mendigos y el pueblo, a quienes se les niega la oportunidad de poner fin a su agonía. Esto expone que, más allá de velar por la seguridad y justicia del pueblo, la ley y la policía actúan con negligencia y doble moral.
Esta película de crimen basa su suspenso en la atención a los detalles (como la búsqueda de huellas digitales y la simbología de la letra del asesino), en los movimientos de cámara con paneos y dolly in-out en momentos de intriga para observar mejor los rostros de los personajes (bastante expresivos), así como en el uso representativo del silbido como identidad del criminal. A pesar de su discapacidad mental, las acciones del asesino no se justifican, logrando un final amargo ante tal situación.
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