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DESTROYER: UN CAMBIO DE ROSTRO AL CINE NEGRO


Por Jesús Chavarría

@jchavarria_cine





El apabullante descenso emocional que hilvana sin reparos Nicole Kidman, llevando su transformación física más allá del efectismo, para interpretar a una detective casi en los huesos, que consumida por la amargura ve como un antiguo caso de sus tiempos como agente encubierta, que por cierto saliera muy mal, vuelve a cobrar vigencia para plantarle cara a cara con sus más terribles remordimientos, mientras la relación con su hija es un verdadero desastre; es sin duda el bastión sobre el que se sostiene la propuesta de Karyn Kusama. Sin embargo y aunque no se pude dejar de resaltar, no por nada ya le valió a la actriz estadounidense de origen australiano la nominación como Mejor actriz en los Globos de Oro y los Satellite Awards, no es lo único que ofrece. Y es que dicho personaje de tormentoso pasado y filosofía derrotista, rasgos sacados directamente de las entrañas del cine negro -pero reconvertidos con acierto, pues en ese género los protagonistas suelen ser hombres- y que resulta de una desagradable pero envolvente complejidad; encuentra la réplica ideal en el armado general y la consistencia del ritmo que no da concesiones a la hora de delinear pedazos de una realidad en permanente estado de descomposición, que ya sea en espacios cerrados o abiertos, carcome las buenas intenciones y asfixia cualquier atisbo de lo que pudiera ser una posible redención.


La narrativa, fragmentada a través de incisiones precisas y con toda la intención de hacer cómplice al espectador de una desesperanzadora reconstrucción entre fantasmas, sombras y asuntos no resueltos, se sostiene gracias a un guion sólido y por momentos sofisticado, elaborado por Phil Hay y Matt Manfredi -quienes ya habían tenido una afortunada colaboración con la directora en The Invitation- apostando por líneas argumentales claras y diálogos medidos, efectivo hasta el último momento, pese a que el discurso final sobre la naturaleza de lo irreparable y el peso de la culpa, se queda corto en relación a la complejidad del pasaje que lleva hacia él. Mención aparte merece la fotografía perpetrada por Julie Kirkwood, quien logra hacer de Los Ángeles, un escenario desolador para una trama cuyo desarrollo nunca pierde la potencia inicial. Se trata de un drama criminal de grandes alcances estilísticos, intrigante y devastador, que además de servir de vehículo a modo para ver otro enfoque de los ya conocidas posibilidades interpretativas de Nicole Kidman, ofrece un interesante cambio de rostro al género clásico del cine negro, del que retoma los lineamientos, evitando falsas pretensiones y sin hacer demasiados aspavientos al respecto.



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