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PULP FICTION, CUANDO TARANTINO FUE MÁS TARANTINO QUE NUNCA


Por Jesús Chavarría

@jchavarria_cine





No cabe duda que a medio siglo de su estreno, Pulp Fiction sobrevive sin demasiado esfuerzo a dos batallas inevitables y entrelazadas, una contra si misma y otra contra el paso del tiempo. Y es que como muchas obras que en su momento representaron la vanguardia, bien pudo llegar a ser víctima de sus propios preceptos y perder su potencia y encanto, ante los ojos de un espectador que va presenciando cómo es referida, reinterpretada y copiada una y otra vez en otras producciones. Sin embargo no es así, como todo clásico instantáneo que se precie de serlo, mantiene intacta su vitalidad e impacto, en su caso gracias a que es resultado de la conjunción perfecta entre el descarado y libre espíritu del cinéfilo, con el lucido y efectivo oficio del cineasta depurado. Dos rasgos que representan la genial dualidad del otrora enfant terrible de Hollywood, Quentin Tarantino, quien luego de demostrar con Perros de Reserva en 1992, su enorme capacidad para generar e hilvanar charlas triviales pero envolventes, ácidas y muy entretenidas, se dio el lujo de crear para ellas un escenario ideal, dentro de universo tan especifico en sus referencias como atemporal en su armado, que dio como resultado un relato en donde deambulan personajes tan peculiares como Butch -encarnado por Bruce Willis-, boxeador condenado al fracaso pero obsesionado con recuperar un reloj, o Marsellus Wallace -papel a cargo de Ving Rhames-, fúrico jefe de la mafia que así como manda ejecutar gente, va por la calle a comprar comida rápida. Es cierto, que éste carece de un mensaje mayor, pero es por qué en realidad no lo necesita, pues se trata de una de esas películas que se validan en la forma que también es el fondo.





Claro que para ello el también director de Bastardos sin Gloria (2009) y Jackie Brown (1997), hace un brillante ejercicio de decantación de ese formato de las revistas y novelas de los 20s y 30s conocido como pulp, pero entendido por los valores estéticos y narrativos que terminó englobando, sobre todo los que caracterizaban las tramas sobre gánsters y los provenientes de las intrigas conocidas como Hard Boiled, con su respectiva carga de erotismo y violencia explícita, que a pesar de lo que pudiera pensarse, en Pulp Fiction es mínima -solo son unos cuantos minutos-, pero esta enfatizada y extendida gracias a la insistencia de los planos a detalle aparentemente ociosos dentro del montaje, pero que impulsan el caos de la estructura, además de la intensidad que alcanzan algunas situaciones, el rompimiento inesperado de algunas secuencias y lo exaltado de los diálogos. Diálogos que por cierto se han vuelto emblemáticos, como el del asesino a sueldo Jules Winnfield -interpretado por Samuel L. Jackson -, que antes de a asesinar a alguien acostumbraba recitarle un pasaje de Ezequiel 25-17 “El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del Valle de la Oscuridad…etcétera”. Esto último por cierto, un rasgo propio de matones y pistoleros, que ya había sido retomado en otras ocasiones en el cine, como el Joker de la película Batman (1989) de Tim Burton -interpretado por el siempre espectacular Jack Nicholson-, que siempre solía preguntarles a sus víctimas “¿Has bailado con el Diablo bajo la luz de la luna?”. Pero volviendo a Tarantino, todo lo anterior en este caso lo aderezó con fuertes dosis de humor negro, cierto grado de transgresión a los arquetipos, y un apartado musical que subyuga desde las entrañas a muchas de las escenas, las cuales en palabras del propio director, fueron elaboradas en función de la canción que les acompaña, estableciendo un vínculo absoluto con ellas para detonar y definir las atmósferas, otorgándoles de paso un nuevo empuje a nivel mediático, como sucedió con Son of a Preacher Man de Dusty Springfield, Misirlou de Dick Dale & The Del Tones o You Never Can Tell de Chuck Berry.





Por supuesto, no podemos ignorar lo más llamativo de todo este asunto, la narrativa no lineal que presenta un acomodo desordenado de los fragmentos de tres historias, que aunque de inició parecen no tenerlo, comienzan a adquirir sentido conforme el espectador, que ha pesar del desconcierto inicial no puede evitar ser enganchado, se va identificando con los personajes, conectando su propia sensación de caos, con el que estos están viviendo en pantalla. Pero eso no es todo, también está el hecho de rescatar para un elenco coral, actores que parecían condenados a las producciones menores -algo que luego haría también con David Carradine en Kill Bill Vol.2 (2004)-, incluso después de haber estado en el candelero, cómo aquí sucede con John Travolta, quien toma un papel poco usual en su filmografía, el de Vince Vega, matón poco brillante, al servicio del ya mencionado gánster encarnado por Rhames. En fin, es mucho lo que se podría decir de esta película que, aunque no se llevó aquel merecido premio principal en la ceremonia del Oscar de 1995 -adjudicándose solo el de Mejor Guion- conquistó la crítica especializada y el publico en general, manteniendo cierto estatus de objeto de culto a pesar de formar parte del colectivo popular, queda claro pues, que a más de 25 años de su estreno, será capaz de soportar sin problema, el paso de otro medio siglo siendo Pulp Fiction.

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