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Foto del escritorCasa Svank

LAS PELÍCULAS MEXICANAS CON LAS QUE CRECÍMOS




Cuando pienso en el cine mexicano, pienso en las tardes de sábado que pasaba sentada en mi pequeña silla blanca de plástico al lado de mi mamá, quien miraba las películas que pasaban la televisión. Los sábados comúnmente se limpiaba la casa de arriba abajo, luego como si fuera algo que hubiéramos ganado por haber comido “alimentos sanos” toda la semana, salíamos a comprar alguna “garnacha” que por cierto mi mamá acompañaba con una “copita” de brandy. Al llegar la tarde, después de haber hecho los quehaceres y haber comido sin sentir remordimiento por las “calorías de más” nos íbamos a la habitación de la TV y pasábamos las tardes viendo películas mexicanas, que en aquel entonces yo pensaba solo eran a blanco y negro.



Sin duda la primera figura que llamó mi atención fue la “Tucita”, esa niña que no conciliaba el sueño y se parecía a mí diciendo “papá, cántame”, “papá, tengo sed”; en el cine nos reflejamos y al hacerlo conectamos con todo lo que nos ofrece. Enseguida reconocí a la “abuelita de México”, Sara García, mi bisabuela se llamaba igual que ella, y sí, las dos siempre traían un puro en la mano, tal vez algún día yo lo haga también. Aprendí que el cine puede hacerte reír, pero también puede hacerte llorar como me pasó con “Nosotros los pobres”, donde más adelante volví a ver al famoso Pedro Infante en películas como “Tizoc”, “Los tres huastecos”, una que sin duda me llegó “Angelitos negros” .





Un par de meses antes de cumplir 9, mi bisabuela murió. Pensaba que las Saras y las abuelas no morían. A medias, debí haber visto en ese entonces “Los olvidados”, pero fue mucho más grande que la pude ver completa. Aprendí de los sacrificios que los padres pueden hacer por sus hijos con el film de “Macario”; en Xochimilco pregunté por “María Candelaria” al ver a las señoras en su panga vendiendo flores, si bien no fue Santa el que me rompió el corazón de saber que no existía, sí fue comprender que lo que veía en las películas, eran personas de “a mentiritas”. Así al lado de mi madre pasé los sábados empapándome de lo que yo no sabía era La época Oro del Cine Mexicano.



Pronto la cartelera televisiva comenzó a verse repetitiva en las tragicomedias que me aventaron a la curiosidad de saber qué más había. Conforme los años pasaron, entonces llegó el día que pude ver las películas que solo pasaban más “noche”, perpleja vi “Rojo Amanecer”, mi mamá entonces me corroboró los hechos con su propia experiencia viendo todo desde la azotea de su casa, estaba impactada, el cine también contaba hechos sociales. Me enamoré más del cine.



Sí, debo decir que también vi películas como “Lola, la trailera”, “Pelo suelto” , y algunas de la India María, y por supuesto de Cantinflas, de quien debo admitir no soy fan. Aunque también debo decir que tampoco disfrutaba mucho las películas de luchadores, sí sé que fue gracias a mi bisabuelo que conocí este género con algunas como “ El Santo contra las momias de Guanajuato” y algunas otras de bajo presupuesto, que para mí valían todo solo de sentarme a su lado a verlas; situación que también me pasó cuando con mi papá me senté a ver “La puerta negra”, donde salía su grupo favorito de aquel entonces “Los tigres del Norte”. Admitámoslo ¿Quién no vio alguna vez estas malas películas?




Cuando llegaron los 2000, todos hablaban de “Amores perros” esas películas que llegan a tus manos cuando tienes hermanos o primos más grandes. Por supuesto acompañada de películas como “Sexo, pudor y lágrimas”, “El crimen del Padre Amaro”, y “Perfume de violetas”. Pienso que me tardé mucho más en descubrir otras y que por supuesto tuve qué ver más de una vez para comprenderlas mucho mejor como “Santa Sangre” . Más tarde me encontré con “El lugar sin límites” y me gustaría recordar en orden cómo fueron llegando a mi vida todas las demás, pero lo único que recuerdo es que un buen día, ya no era la niña viendo cine mexicano al lado de mi mamá o mi bisabuelo, sino la joven que buscaba en los puestos “piratas” aquella película mexicana que no podía dejar de ver. Por 10 pesitos, lo suficiente para una estudiante como “Cronos” , “Danzón, “Voces inocentes”, porque sí aunque la piratería no es una práctica que hoy en día lleve a cabo, fue mi cómplice en las vacaciones de invierno y verano más de una vez. Y bueno… la adolescencia, es otra historia, que sin duda un día les contaré.




Creo que ahora solo puedo decir ¡Que viva el cine mexicano! Cada una de sus propuestas, las buenas, las malas, las “meh”, pero que fueron por su música, por su historia, por su fotografía, por con quienes las vi, que el cine me enamoró.

¡Que viva el cine mexicano! ¡Sus realizadores!¡Que vivan!


Por Nina Zamora

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