Raúl S. Martínez
En 1938 fue transmitida por la CBS Radio Network la adaptación radiofónica de La guerra
de los mundos. Tres años antes de Ciudadano Kane, el legendario Orson Welles se encargó
de versionar la novela de Herbert George Wells, provocando un impacto mediático sin
precedentes y que incluso hoy, mitos sobre el verdadero alcance y efectos colectivos
incluidos, sigue siendo un claro ejemplo del poder de los medios de comunicación sobre la
sociedad civil.
Cuarenta años más tarde, en la Gran Bretaña fue transmitida la serie radiofónica de la Guía
del autoestopista galáctico, creada por Douglas Adams y en la que el tema de la inminente
destrucción de la Tierra y la existencia de inteligencias extraterrestres se aborda desde una
perspectiva cómica y un tanto cínica.
Es gracias a la transmisión realizada por la BBC radio a finales de la década de los setenta
que conocemos a Arthur Dent, un inglés común y corriente y protagonista de una
insignificante existencia en la campiña inglesa que se salva de ser aniquilado junto con el
resto de los habitantes del planeta gracias a Ford Prefect, su mejor amigo y que para
desconcierto del ordinario humano, se trata en realidad de un alienígena proveniente de un
pequeño planeta en algún lugar cercano a Betelgeuse. Juntos abordan una nave vogona; la
especie extraterrestre encargada de destruir nuestro mundo de origen para dar paso a la
autopista hiperespacial que pretenden construir.
De esa forma Arthur Dent pasa de su soporífera vida a una llena de aventuras a lo largo y
ancho de la Vía Láctea, acompañado de Ford Prefect, Zaphod Beeblebrox; presidente de la
galaxia (un puesto honorario y que tiene que ver exclusivamente con una estrategia de
relaciones públicas mientras el verdadero poder detrás de la cortina controla el devenir
galáctico), Trillian Astra (otrora Tricia McMillan, otra humana superviviente que decide
cambiar su nombre para sonar más espacial) y Marvin, el androide paranoide, un robot
lleno de miseria y sarcasmo derivados de su inteligencia sin igual.
A lo largo de la radio serie y posteriormente la novelización de la misma, finalmente
publicada en 1979, también hacemos un vistazo del contenido mismo de la Guía del
autoestopista galáctico, un libro más famoso que las Obras escogidas sobre el cuidado del
hogar espacial, más vendido que las Otras cincuenta y tres cosas que hacer en gravedad cero y más polémico que la trilogía de devastadora fuerza filosófica de Oolon Colluphid En qué se equivocó Dios, Otros grandes errores de Dios y Pero ¿quién es ese tal Dios?
Pero, sobre todo, la Guía -pronto aprende Arthur Dent- ya ha sustituido a la gran
Enciclopedia galáctica como la fuente reconocida de todo el conocimiento y la sabiduría,
porque si bien incurre en muchas omisiones y contiene abundantes hechos de autenticidad
dudosa, supera a la segunda obra, más antigua y prosaica, en dos aspectos importantes; en
primer lugar, es un poco más barata; y luego, grabada en la portada con simpáticas letras
grandes, ostenta la leyenda: NO SE ASUSTE (DON’T PANIC).
La guía, para la que Ford ha trabajado durante los últimos quince años actualizando el
artículo sobre la Tierra (y que cambia de Inofensiva a Fundamentalmente inofensiva) le
enseña a Arthur Dent sobre el Pez Babel; el traductor universal, y cómo este al remover
todas las barreras de comunicación ha provocado directamente más conflictos bélicos que
cualquier otra causa en el universo, el amor (evítese a toda costa), el alcohol (el 85% de los
planetas habitados han inventado una bebida cuyo nombre es fonéticamente idéntico a gin
and tonic) y por supuesto, Magrathea, el planeta en el que la computadora Pensamiento
Profundo (definitivamente basada en la Multivac de Isaac Asimov) pasó millones de años
meditando sobre la respuesta definitiva a la vida, el universo y todo lo demás.
Siendo la primera de una trilogía en cinco partes, La guía del autoestopista galáctico nos
muestra el inicio de las aventuras de Arthur Dent y el resto de los personajes a bordo de la
Corazón de Oro, la nave más rápida de un universo cuya creación ha enfadado mucho a
mucha gente y ha sido ampliamente considerado como una mala jugada.
Contrario a la novela de HG Wells y su posterior adaptación por Orson Welles, que narra
con pesimismo y agonía la primera interacción de los humanos con formas de vida de otro
planeta, La guía del autoestopista galáctico de Douglas Adams observa desde una brillante
esquina las más disparatadas aventuras de un humano promedio en un cosmos que no sólo
es indiferente ante sus deseos, a veces es cínico, incontrolable e improbable y en el que a
pesar de ello deberá encontrar su propio sitio y a su nueva familia y amigos mientras viaja
de un lado al otro con una útil toalla y lamentándose que debió haber escuchado a su madre cuando tuvo la oportunidad.
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