Por Sául G
La felicidad, 1965
François, un carpintero parisino, vive una vida feliz junto a Thérèse, su esposa, y sus dos hijos. Salen de paseo los domingos , él siente un profundo amor por la vida. Un día conoce a Émilie, de quien se enamora al instante, rápidamente se convierten en amantes. Tras un tiempo así y sin ningún remordimiento, François se lo confiesa a Thérèse; ama a ambas por igual, solo que de manera diferente. Ella reflexiona sobre la situación y se suicida; Émilie toma su lugar para convertirse en la nueva esposa.
Agnès Varda realiza con esta película una pieza compleja que se asemeja más a un retrato melodramático sobre la monogamia, el amor, el matrimonio y el deseo per se. Comienzo resaltando lo más significativo del filme: la fotografía, que recuerda mucho a "El Mago de Oz" por su manejo del color. En cada encuadre, los colores provocan sensaciones acordes a lo que sucede, dando la impresión de que el mundo en el que vive el protagonista es un cuento de hadas. La película comienza con una disolución saturada en verde (primavera) y termina en naranja (otoño), sin olvidar los espacios, como el azul que prevalece en el hogar de François, dando una sensación de confianza y seguridad, pero también presente en Émilie, como algo que está por descubrirse. Los colores saturados de toda la película recuerdan a un campo de flores y juegan un papel tan protagónico como François; Varda hace una analogía en el inicio, mostrando un girasol vivo siendo golpeado por el sol y luego un girasol marchito con una abeja intrusa.
Todo esto está acompañado por un apartado sonoro con música de flautas y cuerdas, mientras se escucha el sonido diegético del bosque y los animales, creando un mundo de ficción realmente alegre. El único momento en que la música se vuelve diferente, más tensa, es cuando Thérèse es encontrada ahogada.
Durante la película, Agnès nos muestra rápidamente diferentes palabras (confianza, misterio, tentación y amor) con cortes rápidos, un recurso que ya había utilizado en "Cléo de 5 a 7", simulando los pensamientos fugaces que llegan a François, sobre todo cuando se encuentra en situaciones específicas; por ejemplo, "tentación" aparece justo antes de que acepte la segunda cita con Émilie, como si la intención fuera advertirnos sobre las sensaciones y los temas que rodean a los personajes.
El personaje de François, por su parte, es muy interesante, pues no se espera ninguno de sus comportamientos al verlo tan enamorado y feliz con Thérèse. Incluso sus diálogos con Émilie sugieren que tiene muy normalizada la poligamia. El punto de inflexión ocurre cuando le confiesa todo a su esposa; ella reacciona tranquila y calmada, ya que, a pesar de tener un amante, François la ama igual. Él lo dice sin ninguna vergüenza o remordimiento, como si nada sucediese. Después de la muerte de Thérèse, la vida que François sentía vuelve a ser como antes, pero ahora con la mujer que realmente desea.
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