Bajo el marco del Festival de Morelia, me tocó ver Totem. Era temprano, la sala de prensa no estaba totalmente llena, pero con los que estaban fue suficiente para vivir la experiencia de las emociones que el film de Lila Avilés provocan. Eran dos butacas a mi derecha las que me separaban de un especial espectador del que les contaré en unos renglones más.
Las luces se apagaron y la cámara de Diego Tenorio se hizo presente, tan estilizada, sensitiva y narrativa. En La Paloma y el Lobo, Tenorio ya había dejado su huella, pero ahora con su trabajo no solo demuestra tener el talento sino la sensibilidad para hacer que los pequeños espacios se conviertan en la historia misma que al espectador dos butacas de mí, no solo robó expresiones de sorpresa sino llantos desagarradores que llamaron la atención del resto de al menos los que estabamos cerca.
Totem nos hace espectadores de la vida de una familia de clase media, media intensa, media problemática, media endeudada, media. Desde la mirada de Sol , una niña de 7 años, Avilés nos lleva por los rincones de una familia que lidia con el dolor de la enfermedad mismo que sabre impregnar bastante bien.
El sensible trabajo de dirección se nota en los diálogos, en los rostros, en la luz y el arte que nos envuelven en una atmósfera que no promete un final feliz. La energía potencial de la directora en la Camarista, se convierte en energía cinética con lo que vemos este año de ella.
Sol, a sus siete años no solo sobrevive a la separación de sus padres, sino a la enfermedad terminal de uno de ellos. Pequeña, curiosa y poco entendida va recorriendo la arquitectura de la familia llena de grietas, "malas vibras" , con olor a enfermo que corre por los pasillos. El camino es incómodo, doloroso y con momentos entrañables.
La historia ocurre en un solo día, el día del cumpleaños del padre de Sol, mismo al que no se le permite ver y cuando por fin lo logra, mi cuasi vecino de butaca se desparrama en su asiento con lagrimas que se escuchan y mocos que suspiran. En la oscuridad, solo sobresale la escena de la pequeña familia que estando tan divorciada está tan junta. Un trago amargo de saliba me pasa lentamente por la garganta. Hay un silencio en mi vecino, el corte nos lleva a la gran fiesta que por horas han estado preparando, pese a sus problemas personales, los hermanos. Saben que es el último cumpleaños, todos dejan de lado lo suyo, hasta mi vicino de un metro de distancia. Una carcajada fuerte sale de él, las lágrimas parecen haber sanado, se han convertido en esperanza. El final llega. El peculiar espectador llora de nuevo. Mis ojos grandes registran los créditos, qué gusto ver de nuevo a Teresa Sánchez en ellos. El público aplaude. El vecino espectador llora.
Días despúes, Lila recibe el premio a Mejor Película en el más importante Festival de Cine de México. En una danza de festejo el crew recibe el premio.
KV
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